En las calles de Israel, los rostros de aquellos que fueron y siguen cautivos en Gaza dominan los escaparates. Las farolas coleccionan pegatinas con palabras pidiendo su liberación, preguntándose sobre su paradero. Y en cada rincón donde alcanza la vista, hay una bandera israelí. Los balcones lucen orgullosos esa estrella de David azul envuelta por dos líneas del mismo color sobre un fondo blanco. Más allá de estos recordatorios, difícilmente se podría afirmar que estas mismas calles son las de un país en guerra. Las terrazas están a rebosar, los negocios se recuperan, y los músicos callejeros vuelven a cantar en las plazas. Eso sí. Jóvenes y mayores se cruzan al pecho sus fusiles, como el último accesorio para salir de casa. Cartera, móvil, llaves y el arma que no se olvida. Aunque los rostros que salen a la calle indican normalidad y pellizcos de felicidad, el pueblo israelí no está bien.
La guerra en Oriente Próximo
Los israelíes responden al trauma del ataque de Hamás con fusiles cruzados sobre sus pechos
Un hombre sostiene un rifle mientras conversa con su pareja en el paseo marítimo de la ciudad israelí de Ashdod. /
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