Enfermedades

La neumonía que satura la sanidad china ¿tiene misterio?

Científicos predijeron que tras el COVID resurgiría la Mycoplasma pneumoniae, bacteria que causa epidemias cada 4 o 6 años

Niños y familiares frente al Hospital Infantil de Pekín. / Reuters

Rafa López

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Hace un año se hablaba mucho de la “tripledemia”, la triple epidemia de gripe, bronquiolitis y COVID que saturaba los sistemas sanitarios europeos. Ahora China sufre un fenómeno semejante, aunque más grave y concentrado en su población infantil. La falta de transparencia de las autoridades chinas ha llevado incluso a sospechar que se podría repetir lo ocurrido en Wuhan con el coronavirus hace justo cuatro años.

El régimen chino reiteró el pasado martes que “no hay razones para preocuparse” por el creciente brote de infecciones respiratorias que azota al país asiático y que, según Pekín, se debe a “patógenos conocidos” como la bacteria Mycoplasma pneumoniae, que provoca neumonías atípicas, más leves, y causa epidemias cada 4 o 6 años. Las medidas preventivas para contener el COVID habrían eliminado la circulación de este patógeno y reducido la inmunidad de la población ante él.

Si es cierto lo que afirman las autoridades chinas, estaría ocurriendo en China lo que hace un año pasó en Europa con la gripe y la bronquiolitis (producida por el virus respiratorio sincitial). Ahora aseguran incluso que la gripe, el adenovirus y el virus respiratorio sincitial han superado al Mycoplasma pneumoniae como los patógenos detectados con mayor frecuencia entre los pacientes de los centros pediátricos de Pekín, después de que algunos hospitales registrasen larguísimas colas más de 10.000 admisiones de pacientes en algunos días.

Que el Mycoplasma pneumoniae faltaba por acudir a la fiesta de las infecciones respiratorias invernales es algo que predijo el microbiólogo Mike Beeton, de la Universidad Metropolitana de Cardiff (Gales, Reino Unido) este mismo verano. En un artículo publicado en el portal académico “The Conversation” el pasado 13 de julio, este científico advertía que, al contrario que el virus respiratorio sincitial (VRS), la gripe y el estreptococo A, la bacteria Mycoplasma pneumoniae aún no había resurgido después del COVID, pero que la situación podría cambiar este invierno. “No está del todo claro por qué no ha resurgido todavía. Pero los datos más recientes sugieren que este invierno podría producirse un aumento de las infecciones”, vaticinaba, certeramente, el microbiólogo. En Irlanda, Dinamarca y Francia ya se ha constatado un aumento de infecciones de Mycoplasma pneumoniae.

Como explica Beeton en su artículo, Mycoplasma pneumoniae, una bacteria que carece de pared celular y que fue descubierta en 1944, causa una infección leve en el pecho, pero puede provocar cuadros potencialmente mortales, como neumonía e inflamación del cerebro. Se contagia por gotitas procedentes de la nariz y la garganta de personas infectadas y los síntomas en los adultos son similares a los de la gripe: dolor de garganta, fatiga, fiebre y dolor de cabeza. También puede producir tos, que empeora progresivamente y puede durar semanas o incluso meses. A diferencia de la gripe o el COVID, cuyos síntomas se inician a los pocos días de la exposición al patógeno, pueden pasar hasta tres semanas antes de que comiencen los síntomas.

Las infecciones por M. pneumoniae son más comunes en niños en edad escolar. Sus síntomas pueden diferir y pueden incluir estornudos, congestión o secreción nasal, sibilancias, ojos llorosos, vómitos y diarrea. Entre el 3% y el 10% de los niños con una infección por M. pneumoniae desarrollan neumonía atípica. Y de esos niños, alrededor del 5% necesita tratamiento en un hospital.

Precisa Mike Beeton que esta infección requiere un tipo especial de antibiótico, el mismo que se usa para controlar otras infecciones bacterianas como la amigdalitis y la sinusitis. Un documento publicado este año en la “Revista Española de Quimioterapia” advertía que las resistencias del M. pneumoniae a los macrólidos, el tipo de antibióticos con la que se combate, “están aumentando en todo el mundo de forma preocupante”, y en China las resistencias superaban el 79% en la pasada década. Los científicos, encabezados por Ana Isabel Álvaro Varela, del Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Universitario de Navarra, concluían que “es necesario realizar más estudios para conocer la incidencia de las infecciones por M. pneumoniae y conocer la incidencia de las resistencias a macrólidos en nuestro medio y en los diferentes países”.

Estas resistencias a los antibióticos, que podrían alcanzar hasta el 90% en el área de Pekín, "pueden contribuir a los altos niveles de hospitalización por Mycoplasma pneumoniae registrados en China, porque dificultan el tratamiento y retardan la recuperación de las infecciones por neumonía bacteriana", señala en otro artículo en "The Conversation" Raúl Rivas, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca. "Si las infecciones por Mycoplasma pneumoniae resurgen, como parece que está pasando en China, podrían afectar a la población mundial que no ha estado expuesta a la bacteria durante los últimos tres años, y provocar un aumento de enfermedades raras graves y manifestaciones extrapulmonares", añade.

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La microbióloga María del Mar Tomás, del Hospital Universitario de A Coruña (CHUAC), comparte la hipótesis de Mike Beeton, según la cual, con unos niveles inéditamente bajos de M. pneumoniae, la falta de exposición a la bacteria durante el pico de la pandemia hizo que muchas personas perdieran inmunidad al patógeno. “Probablemente las medidas estrictas contra el COVID provocaron un incremento de las patologías provocadas por virus respiratorios, y con esta bacteria M. pneumoniae ocurre igual: al no tener inmunidad provocó patologías más graves –apunta Mar Tomás, que también es portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) e investigadora–. Esto no quiere decir que no sigamos una monitorización para evitar riesgos por si hubiese mutaciones o alteraciones en las cepas circulantes, pero en principio parece que esa es la teoría más probable”, concluye la científica.

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