Mientras Jerusalén vuelve a la normalidad, con establecimientos abiertos y, ahora ya sí, más paseantes que agentes de policía en sus calles, hay un barrio que no ha cambiado su rutina. En el ultraortodoxo Mea Sharim, la vida continuó el 7 de octubre. El día del ataque de Hamás, el pueblo judío de Israel esperaba con ilusión la celebración del final del Sucot, una de las principales festividades del judaísmo. Pero la agresión más violenta sufrida por su país en décadas detuvo los festejos. Aún así, en el barrio jerosolimitano de Mea Sharim, sus ciudadanos, en una amplia mayoría ultraortodoxos, no pararon la música ni los banquetes ni los encuentros familiares. En su mundo paralelo, sin electricidad ni conexión a internet por ocurrir en pleno shabat, se sentían a salvo en Israel.
3.000 voluntarios
La comunidad ultraortodoxa se vuelca en un apoyo "sin precedentes" al Ejército de Israel
Un grupo de judíos ultraortodoxos visitan a soldados israelíes en la frontera con Gaza, el pasado 11 de octubre. /
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