Tan majestuoso era que fueron necesarios 4.000 saqueadores y tres días para vaciarlo y destruirlo. El Palacio de Verano o Yuanmingyuan (Jardín del Perfecto Brillo es una de sus traducciones menos imperfectas) ocupa 350 hectáreas en una zona de colinas y humedales al noroeste de Pekín. El emperador Kangxi ordenó construirlo a principios del siglo XVIII para aliviarse de la canícula que apretaba en la Ciudad Prohibida y su nieto, el emperador Qianlong, lo completó 150 años más tarde. Aquella residencia imperial secundaria fue un armonioso conglomerado de jardines, lagos, palacios y templos que compendiaba lo mejor de la arquitectura y el arte de una civilización milenaria. La comparación con el palacio de Versalles es tan gastada como eficaz.
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Crónica desde Pekín: Esplendor y oprobio en el Palacio de Verano
Un selfie ante las ruinas del palacio de Verano.
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