El sábado pasado Israel se levantó sobrecogido ante las imágenes inéditas que escupía la televisión. Hamás había lanzado un ataque sorpresa desde Gaza y centenares de sus milicianos campaban por pueblos y ciudades de la periferia de la Franja disparando a diestro y siniestro y tomando decenas de rehenes a su paso. Lo nunca visto. En la mente de los más veteranos reaparecieron los recuerdos de la Guerra del Yom Kippur, cuando los ejércitos de Siria y Egipto cogieron al país con la guardia bajada durante la más sagrada de las fiestas judías. Medio siglo y un día después, la historia se repetía, coincidiendo en esta ocasión con el final de la fiesta de los Tabernáculos. Pero esta vez el ataque no venía de dos ejércitos regulares apoyados por la Unión Soviética, sino de una guerrilla radical islamista relativamente pequeña, aislada y sin aviones, tanques o barcos de guerra.
Nueva guerra en Oriente Próximo
Los fallos en cadena en la seguridad de Israel que dieron pie al ataque de Hamás
Civiles asesinados por militantes palestinos yacen en la calle cubiertos por sábanas en la localidad de Sderot, en Israel. /
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