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El dictador chileno Augusto Pinochet y el argentino Jorge Videla durante un acto en Santiago, en 1978. / AFP
El cóndor andino habita en las montañas de la cordillera que recorre la zona oeste de Sudamérica. Come carroña y ayuda al ecosistema al evitar que proliferen las bacterias de los animales muertos. La dictadura del general Augusto Pinochet encontró en el nombre de esa ave de la familia Cathartidae algo más que una fascinación ornitológica. Consideraba meros despojos humanos a sus enemigos, y por eso aceptó que se llamara Cóndor la trasnacional del crimen que fue creada bajo su inspiración, dos años después del golpe, e integró a los aparatos represivos de Chile, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay
Cuenta el investigador norteamericano John Dinges en Los años del Cóndor. Operaciones internacionales de asesinato en el Cono Sur, que la primera reunión de ese sistema tuvo lugar a fines de 1975 en una mansión de la avenida más ancha de Santiago, la Alameda. Allí funcionaba la Academia de Guerra. "Lo más probable es que Pinochet fuera quien se dirigió a la asamblea de jefes de inteligencia reunida esa agradable mañana del martes 26 de noviembre". Fue sin embargo el coronel Manuel Contreras, el jefe de la temible Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) el que explicó su hoja de ruta a los invitados extranjeros. "La subversión ha desarrollado una estructura de liderazgo que es intercontinental, continental, regional y subregional". De ahí que la cooperación informal del pasado entre los servicios de inteligencia ya no era suficiente para combatir lo que calificó de "guerra psicopolítica".
Contreras esbozó su propuesta en varias fases. La primera llamaba a la creación de un Centro Coordinador en Chile para reunir, intercambiar y comunicar información acerca de personas y organizaciones de izquierda a través de los dispositivos tecnológicos más avanzados del momento; el télex, la criptografía, teléfonos con inversores de voz, y correos. Pero el coronel tenía objetivos más ambiciosos que la vigilancia: se necesitaba de una red de inteligencia capaz de cometer asesinatos y seguimientos no solo en los países adherentes al Cóndor sino fuera de América Latina: Estados Unidos y Europa. Para llevarlos a cabo, la DINA se asociaría con mercenarios de ultraderecha italianos y cubanos cuando hiciera falta.
El Cóndor es hijo monstruoso del golpe y las apetencias de Pinochet de liderar la lucha anticomunista. Los militares chilenos "exportaron" a sus socios los procedimientos que habían aplicado: la desaparición, las tumbas secretas o sin nombre, el lanzamiento al mar de prisioneros drogados, la negativa a los familiares de las víctimas de ofrecer datos sobre sus paraderos.
Los primeros pasos
La cruzada represiva tuvo una suerte de acta fundacional apenas derrocado Salvador Allende, cuando los golpistas invitaron a agentes de inteligencia de Brasil, Uruguay y Argentina, para llevar a cabo los interrogatorios de prisioneros que eran buscados en sus países. De la tortura a la eliminación de un enemigo real o imaginario había un paso y se dio sin pudores en Buenos Aires. El 30 de septiembre de 1974 se atentó contra la vida del exjefe del Ejército chileno, el general Carlos Prats, y su esposa Sofía Cuthbert. La bomba que los mató no habría explotado sin la complacencia de represores argentinos. El crimen contra Prats fijó un modo de acción que se sofisticaría. Casi dos meses antes de aquella reunión en Santiago de 1975, cuando todavía no había surgido el nombre de Cóndor de un integrante de la delegación uruguaya, festejado por los anfitriones, el dirigente de la democracia cristiana chilena, Bernardo Leighton, había sido atacado en Roma por neofascistas italianos que habían sido contactados por el agente de la DINA Michael Townley.
La lista de los blancos letales del Cóndor es larga y escalofriante. La llegada de una dictadura en Argentina, en marzo de 1976 aceitó los mecanismos. En ese país fueron ejecutados un expresidente de Bolivia (Juan José Torres) y dos de los líderes políticos más importantes de Uruguay (Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruíz). El expresidente brasileño João Goulart murió en la ciudad bonaerense de Mercedes. Se dijo que había tenido un infarto. Con los años se supo que había sido envenenado. Las garras del Cóndor atacaron a dirigentes de la guerrilla chilena y uruguaya que estaba oculta en Argentina. Opositores a las dictaduras latinoamericanas cayeron en Bolivia, Paraguay y Perú, donde se encontraban en calidad de extranjeros.
El caso Letelier
En septiembre de 1976, Orlando Letelier, un exministro de Allende, quedó mutilado en la Embassy Row de Washington. Una bomba a control remoto hizo volar en pedazos el automóvil en que viajaba. Dignes recuerda que su asesinato fue considerado el peor acto de terrorismo internacional cometido sobre suelo estadounidense hasta el 11 de septiembre de 2001. Los autores "utilizaron el aparato del Cóndor para obtener los pasaportes falsos y las visas para viajar clandestinamente a Estados Unidos".
En 2019, EEUU completó la más grande desclasificación de informes de inteligencia de la CIA y el FBI sobre la región. Las evidencias de sus colaboraciones con el sistema Cóndor fueron abrumadoras. "Esta relación puede ser correctamente calificada de complicidad", señala al respecto Dinges. Casi 27 años antes, en la ciudad paraguaya de Lambaré se encontraron las comunicaciones escritas entre autoridades policiales, militares y delatores civiles de Paraguay, Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Los llamados "Archivos del Terror" hablan de miles de muertos. En 2016 fueron condenados en Buenos Aires 18 militares que participaron del Plan Cóndor. A diferencia del "Momo" Contreras, quien fue sentenciado por los casos Letelier y Leighton, y pasó años en prisión, el general Pinochet nunca fue formalmente acusado por su papel rector en la entente represiva.
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