Ocurrió el segundo día tras el terremoto del pasado seis de febrero: en la calle, a la izquierda, ambulancias corren todas direcciones, esquivando patrullas de policía y coches que han quedado varados en la carretera, a falta de gasolina para poder escapar del lugar. A la derecha, flanqueando la calle principal de la ciudad de Alejandreta, una hilera de edificios derrumbados, decenas. Algunos vecinos se suben encima de los escombros, gritan, arrancan algunos objetos o bloques del suelo, sacuden, lloran. Uno, incluso, se pasea por el lugar con una escopeta más larga que él mismo.
Comicios en el país anatolio
Las elecciones en Turquía, una historia entre dos terremotos
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