Su laberinto de estrechas callejuelas engaña. Las voces de insistentes vendedores de souvenirs y artesanía distraen. A veces, enredan. Las decenas de personas concentradas en angostos pasadizos despojan de romanticismo cualquier paseo. Pero hay un aura difícil de explicar que permea el ambiente. Adoquines milenarios emanan dosis intangibles de trascendencia. Cantos de todos los credos elevan al visitante un par de palmos sobre el suelo, el mismo sobre el que Jesús arrastró su cruz. Algunas banderas izadas, y otras pisoteadas, dan una pista sobre el porqué de la presencia abrumadora de armas y cámaras. En Jerusalén, ciudad santa donde las haya, el pasado castiga al presente tiñendo de sangre sus antiquísimas paredes.
Foco de conflictos
Jerusalén, la ciudad eternamente disputada
Desde hace milenios, la ciudad santa ha sido escenario de coexistencia y pugnas al ser el hogar de las tres grandes religiones monoteístas
Jerulasén, la ciudad eternamente disputada. /
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