Es prácticamente igual a cero el número de pedazos que puede dejar flotando una aeronave de metal que se ha estrellado contra el mar desde una altura de 11.000 metros, impactando probablemente a velocidad de caída libre, o sea nueve metros por segundo al cuadrado, y con una envergadura de 20 metros entre las puntas de sus alas. O, lo que es lo mismo: todo lo que de estratégicamente valioso haya podido quedar del dron americano tras su derribo el pasado martes 14 por un caza ruso sobre aguas del mar Negro estará en el fondo, a una profundidad que, en esa zona, se calcula de unos 1.400 metros. La recuperación de los restos que se estaría planteando Rusia se presenta por su principal competidor global como una misión imposible.
Guerra de Ucrania
La incierta búsqueda del dron americano derribado por un caza ruso
Estados Unidos sigue operando aviones no tripulados sobre aguas del Mar Negro desde el día siguiente al incidente, indican fuentes militares españolas
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