De la transformación al pragmatismo

Gabriel Boric y un año agridulce en la presidencia de Chile

  • Después de un año, Boric tiene casi los mismos índices de popularidad de cuando comenzó a gobernar

  • A lo largo de un año enfrentó varias derrotas políticas y se prepara para un 2023 marcado por desafíos

Gabriel Boric, presidente de Chile. / Europa Press

Gabriel Boric cumple el 11 de marzo un año como presidente de Chile y todo parece estar como el día de su entusiasta asunción, aunque sin con el lustre de aquel 2022. Las encuestas de Cadem, Criteria y Tuinfluyes le asignan una popularidad que oscila entre el 35 y 38%, un número aproximado al momento en que, a los 36 años, entró al Palacio de la Moneda como el mandatario más joven de la historia de ese país. A lo largo de 12 meses, Boric transitó numerosas tormentas, traspiés y decepciones que diluyeron parte del impulso con el que había llegado al Gobierno. Pocos días antes de cumplir su primer aniversario experimentó un fuerte revés político: la cámara de Diputados rechazó uno de sus proyectos estrella, la reforma tributaria con la que buscaba financiar parte de los programas sociales.

El exlíder estudiantil es el mismo y diferente al de los días en los que comenzó a perfilarse como político. El ejercicio del poder supuso un veloz y por momentos amargo aprendizaje. "Ha tomado como nadie nota del difícil ejercicio de gobernar", sostuvo el diario La Tercera.

"Contrariamente a lo que se esperaba, con Boric se ha recuperado la majestad del Estado. Se ha logrado establecer una disciplina fiscal que no se recuerda desde hace 12 años", dijo el sociólogo y analista político Eugenio Tironi. La economía creció 2,7 puntos en 2022 pero se espera un retroceso este año como consecuencia de las fluctuaciones del mercado internacional. El mandatario se ha propuesto este viernes relanzar su Gobierno con modificaciones en los ministerios de Exteriores, Obras Públicas, Deportes, Culturas y Ciencia. "Lo que motiva estos estos cambios no son las presiones políticas ni las compensaciones menores, es mejorar la respuesta y la gestión" , explicó.

Irreverencia y pragmatismo

Boric ganó las elecciones con el respaldo decisivo a última hora de las distintas vertientes de la socialdemocracia. Su presencia en La Moneda despertó entusiasmos y aprensiones. La juventud del mandatario vino de la mano de cierta informalidad. Boric se mudó a una casa de Santiago y se propuso llegar a la sede del Ejecutivo en bicicleta o taxi, para desesperación de sus guardaespaldas. Una asesora de imagen le pidió que comenzara a utilizar la corbata, como símbolo de una mayor "madurez" pese a la edad. La recomendación no fue escuchada. Irina Karamanos, su pareja, renunció a las funciones de Primera Dama. La impronta juvenil trajo sus desajustes. Parte de los compañeros de ruta hacia la presidencia lo siguieron llamando varios meses su nombre de pila, como si no pudieran reconocer que las relaciones y jerarquías habían cambiado. Cuando se adecuaron a los protocoles, había corrido demasiada agua debajo del puente.

Parte de la legitimidad de Boric fue carcomida en setiembre por la histórica paliza en la consulta popular que debía ratificar la Carta Magna de carácter progresista que había redactado una convención paritaria. En cierto sentido, esa derrota puso fin a las ilusiones de un camino de cambios veloces y acompañado por el impuso del estallido social de octubre de 2019. Parte de aquellos protagonistas de las protestas votaron en contra de la nueva Constitución y debilitaron a un Gobierno que se vio obligado a cambiar para sobrevivir.

Boric eligió el camino de la gradualidad y designó como ministra del Interior a Carolina Tohá, una histórica dirigente de los pasados Gobiernos de centroizquierda contra los que el entonces dirigente estudiantil se había lanzado a las calles. La gestión enfrentó contratiempos en asuntos sensibles para la sociedad como la violencia en la periferia y la migración. Contra lo pensado, Boric decidió mantener el estado de emergencia en La Araucanía y el Biobío, las regiones del sur donde se concentra la lucha de los sectores más radicalizados dela comunidad originaria mapuche.

 El pragmatismo político se hizo más patente con la ratificación del Tratado Transpacífico (TPP), un acuerdo comercial, financiero, de servicios y propiedad intelectual que involucra a Australia, Canadá, Malasia, México, Japón, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, entre otros países, y que Boric, en su tiempo de diputado, había repudiado airadamente. Esa pirueta profundizó el descontento de grupos ambientalistas y de izquierda independiente.

Contra Maduro y Daniel Ortega

Fue la política exterior donde Boric ha sido más fiel a su programa personal: no dejó de criticar a los regímenes de Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua. Pero, además, no ha renunciado a su aspiración de abrir una embajada en Palestina, propósito que ha provocado irritación en Israel.

Al presidente le tocó enfrentar uno de los incendios más devastadores de los últimos años en las regiones de Biobío, Ñuble y La Araucanía, de origen intencional. Más de 45.000 hectáreas fueron afectadas por el fuego y 24 personas perdieron la vida. El siniestro volvió a sacar a luz una trama conocida: los costos del monocultivo de pinos y eucaliptos cuya madera se destina principalmente a la exportación.

Nuevo escenario

Las vísperas del aniversario trajeron cierta amargura al presidente por el traspié en la cámara de Diputados. La iniciativa busca aumentar la recaudación fiscal y financiar los programas sociales que Boric prometió en su campaña electoral. “Van a celebrar quienes evadan impuestos”, se lamentó el ministro de Hacienda, Mario Marcel. La derecha, en todas sus vertientes, frenaron la propuesta y advirtieron que puede ocurrir lo mismo con otra de las banderas del mandatario: la reforma de las pensiones. “Corre el mismo peligro si el Gobierno no cambia su actitud y se abre a un diálogo mayor”, dijo el diputado Eduardo Durán, de la conservadora Renovación Nacional.

La relación de fuerzas no favorece al Ejecutivo en el Congreso, pero tampoco en la calle. En este contexto se ha comenzado redactar una nueva Carta Magna, esta vez sobre el principio de un equilibrio entre la derecha e izquierda que obligará a intensas negociaciones que, como indica la experiencia chilena, pueden fracasar y arrastrar a un Boric que no puede permitirse en ese asunto medular una doble derrota.