La ultraderecha se lanzó a tomar el poder en Brasil una semana después de la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva. El fracaso del asalto le dio carácter de urgencia a un problema que, se temía, en algún momento iba a estallar en las manos del presidente: el grado de autonomía que se han autoasignado las Fuerzas Armadas respecto de la autoridad ejecutiva. Se trata de una potestad que durante el pasado Gobierno de ultraderecha alcanzó dimensiones desconocidas en tiempos democráticos. Si bien los militares no se ocupan de controlar las calles, su empatía con el excapitán del Ejército, pagada con prebendas de todo tipo, fue entendida al menos por los golpistas como un velado respaldo a su propósito. El Ejército fue espectador displicente de los hechos que estremecieron a Brasil y al mundo. Le tocó a la policía militar enfrentar a la turba bolsonarista.
Crisis en Brasil
Lula y los militares: una relación de desconfianza con la sombra de la posible traición
El asalto a las instituciones del 8 de enero evidencia la dificultad que existe para garantizar la subordinación de las Fuerzas Armadas al Ejecutivo
Simpatizantes de Bolsonaro levantan sus campamentos en las inmediaciones de Brasilia. /
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