Tres días antes de que empezara el ‘referendo’ de anexión a Rusia en Ivanivka, un pequeño pueblo agrícola del este de Jersón, los soldados empezaron a repartir pasquines informativos y hasta “10.000 rublos en metálico” (160 euros) a todo aquel que se comprometiera a respaldar la adhesión. A diferencia de lo sucedido en las ciudades, las nuevas autoridades ni siquiera se tomaron allí la molestia de organizar colegios electorales. “Los soldados iban casa por casa llamando a las puertas y ellos mismos marcaban la casilla de todo aquel que abría. Mucha gente se escondió”, cuenta ahora Oleksander Pshperovsky, un ganadero de 54 años que aquel día se escabulló entre los trigales con su familia para que no los encontraran. “De unas 300 casas que somos solo abrieron 10”, apostilla. Una vez terminada la mascarada, el alcalde y los vecinos adheridos a la causa lo celebraron con una fiesta.
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