Un grupo de niños juega al fútbol en un parque de Riga sin prestar la más mínima atención al monumental polvorín que se levanta detrás de su portería: un obelisco de 79 metros y dos estatuas. Una de ellas dedicada la “madre patria” rusa, la otra, a los soldados del Ejército rojo. Levantado en 1985 para conmemorar la victoria soviética en Letonia sobre la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el memorial ha sido objeto constante de polémicas y hasta algún atentado desde que este pequeño país de menos de dos millones de habitantes recuperara su independencia en 1991. Para los nacionalistas letones no es más que un símbolo oprobioso de la “ocupación soviética”. Un símbolo que tiene los días contados, después de que una ley aprobada el mes pasado autorizara el derribo de centenares de monumentos consagrados al pasado soviético.
Las fronteras de la ansiedad
El polvorín de Letonia: ¿rusos discriminados o quinta columna?
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Un grupo de niños juega al fútbol frente al Memorial de la Victoria en Riga (Letonia), vallado y a expensas de ser desmantelado por las autoridades locales.
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