El misil tiene la apariencia de un Smerch soviético, es esbelto, pesado, mide varios metros de largo y está encallado a bastante profundidad, con solo su rabillo a la vista, enraizado en gran agujero que ha formado al impactar en un prado cerca de un estanque. La camioneta se afana y se afana, agita y tira de la cuerda metálica que se ha atado a su alrededor, pero el cacharro metálico se obstina en permanecer casi inmóvil, impasible ante el esfuerzo de querer retirarlo. Tanto que finalmente el jefe de esta unidad de élite antiexplosivos de Járkov, Artur Silchenko, cede. Llama entonces al resto de su unidad, llega un tractor, y solo así, después de un hora de maniobrar en un campo abierto en Bezludovka, a unos kilómetros al sur de la segunda ciudad más grande de Ucrania, el trasto metálico se desprende del suelo.
Las consecuencias del conflicto
Guerra de Ucrania | Tras la retirada rusa, llega la hora de desactivar la 'basura' bélica
Las unidades antiminas de Járkov trabajan a diario en la neutralización y desguace del armamento que permanece sobre el terreno
Uno de los materiales más peligrosos son las bombas de racimo, prohibidas por un tratado internacional que ni Ucrania ni Rusia han firmado
Retirada de un misil incrustado en un prado de Bezludovka, a unos kilómetros de Járkov. /
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