El carnaval comenzó en Río de Janeiro con una suerte de micción colectiva. La alcaldía no quiere fiestas callejeras y por eso se negó a instalar retretes químicos en el espacio público. Los juerguistas hicieron sus necesidades donde pudieron. Pero no fue ese olor a orín el que escandalizó a Brasil a pocas horas de que comenzaran los festejos demorados por la pandemia y que, debido a la última ola de un covid que el presidente Jair Bolsonaro llegó a calificar de "gripecita", a pesar de haber matado a 662.000 personas, tuvieron que pasar del estío de febrero al otoño. Brasil, sostiene la oposición, huele estas horas a podrido tras la decisión del presidente de indultar Daniel Silveira, un expolicía y referente de la ultraderecha que el mismo jueves había sido condenado por el Tribunal Supremo (TSF) a ocho años y nueve meses por sistemáticos ataques contra la democracia.
El carnaval brasileño se convierte en un dardo contra Bolsonaro en un año electoral
Las celebraciones de febrero se suspendieron debido a la última ola de covid que mató a 662.000 brasileños
Las críticas al Gobierno de ultraderecha estarán presentes en los espectáculos de varias escuelas de samba
Una joven con un abanico en apoyo a la campaña de Lula para las presidenciales participa en una fiesta del Carnaval de Río de Janeiro. /
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