Unos ojos azules tan claros como cansados, un gorro azul marino que le protege del frío, una barba blanca rasurada y un andar muy frágil acompañado de un bastón de madera. Viktor Lyaskov es uno de los refugiados ucranianos que, tras huir de la guerra en su país, se amontona frente a la comisaría de La Verneda de la Policía Nacional, en Barcelona. "Venimos con el pasaporte y con mucha angustia, necesitamos saber qué va a pasar aquí con nosotros", implora Mariia Biletska, cuyos padres también aguardan el frío y el viento en plena rambla Guipúzcoa. Los agentes de la policía no dan abasto, al igual que el Consulado de Ucrania, para dar respuesta a todas las peticiones. Una respuesta que, en pocos días, debería de asumir el centro de distribución en la Fira de Montjuïc anunciado el lunes por el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escribá.
Guerra en Europa
La comisaría de la Verneda, única ventanilla para el asilo ucraniano en Catalunya
A la espera de la apertura del centro de la Fira, cada día decenas de personas se amontonan en la comisaría de la Policía Nacional de Barcelona para conseguir permisos de trabajo y residencia
Llegada de refugiados de la guerra de Ucrania, en la Estación de Sants donde los acoge la Cruz Roja /
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