Si no fuera por las banderas, de Ucrania y la Unión Europea, ondeando a todo trapo en los edificios oficiales que bordean la gigantesca plaza de la Libertad, o la ausencia de la tradicional estatua de Lenin presidiendo el lugar, uno diría que se halla en una de tantas ciudades de tamaño medio de la Federación Rusa. Járkov, a una distancia de la frontera rusa equivalente a la que existe entre Barcelona y Granollers, posee visualmente todas las características que el viajero avezado atribuye a las urbes del país vecino: un centro grandioso y monumental formado por enormes espacios abiertos, y un sinfín de edificios de estilo constructivista levantados el pasado siglo durante el mandato de Stalin. Pero sobre todo, una población que pese a las más de tres décadas transcurridas desde la independencia de Ucrania, continúa privilegiando el idioma ruso en su vida diaria y sus relaciones personales.
Tensión en Europa del este
La capital de la Ucrania rusófona no cree en una invasión del país vecino
Edificios en la plaza de la Libertad de la ciudad de Kharkov, en Ucrania. /
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