Desde que el Hotel Willard abriera sus puertas en 1847, su vestíbulo ha sido uno de centros recurrentes de la intriga política en Washington. No en vano, hay quien dice que allí se acuñó la palabra 'lobista' o cabildero, cuando su 'lobby' empezó a llenarse de empresarios, picapleitos y conspiradores de todo pelaje que trataban de camelarse al presidente Ulysses Grant (1864-1865) para que defendiera sus intereses, un Grant que muchas tardes recorría a pie la calle que separa la Casa Blanca del Willard para tomarse un brandi y fumarse un puro en su vestíbulo. Más de 150 años después, ese mismo edificio de estancias augustas volvería a honrar su vieja reputación. Esta vez para albergar las cocinas del mayor intento para desguazar la democracia estadounidense desde su sangrienta guerra civil.
Un año del asalto al Capitolio
Dos centros de mando y un destino: desguazar la democracia de EEUU
Días antes del asalto al Congreso, los asesores de Trump establecieron su centro de operaciones en dos hoteles de Washington, donde se coordinó una estrategia legal para tratar de cambiar el resultado de las presidenciales
Rudolph Giuliani y Donald Trump, durante una reunión mantenida el 20 de noviembre de 2016 en Nueva Jersey. /
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