La infinita guerra de Afganistán escribió el domingo un punto y aparte con la entrada en Kabul de los talibanes, dos décadas después de que la invasión estadounidense los expulsara del poder. El mundo ha vuelto a reaccionar con estupefacción a la inminente restauración de su Emirato Islámico, pero lo más sorprendente de todo no es su victoria militar, sino la rapidez con que se produjo. El 6 de agosto conquistaron su primera capital de provincia, y el 15 de agosto entraban en Kabul sin la menor resistencia de las fuerzas de seguridad afganas tras barrer en más de una docena de provincias. Bastaron esos nueve días para que se derritiera en un mar de capitulaciones y deserciones masivas el Ejército afgano, entrenado y armado desde hace más de una década por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, un fiasco monumental que sirve de testamento a los errores de la contienda afgana.
Victoria de los talibanes
Sálvese quien pueda: el colapso meteórico del Ejército afgano
Las deserciones y capitulaciones de las fuerzas gubernamentales dejaron vía libre a los talibanes para tomar Kabul
Los radicales habrían negociado en algunas plazas con sus enemigos, ofreciendo sobornos e inmunidad a cambio
Un grupo de combatientes talibanes y residentes locales sube a un vehículo militar confiscado al ejército afgano en la provincia de Laghman. /
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