La estela del 11-J provoca diferentes miradas en Cuba. Para el Partido Comunista (PCC), los cimbronazos parecen ser un asunto concluido. Las autoridades rechazan a la vez la hipótesis de una explosión conjunta de enojos acumulados, especialmente de los sectores más pobres, que es compartida por una nueva generación de disidentes, de cuño progresista. "La campaña de descrédito, financiada con fondos federales de los Estados Unidos y del Gobierno de Florida, utilizó una plataforma tóxica para, con mentiras y tergiversaciones, incitar desórdenes y violencia que justificaran una intervención. No hubo estallido social y el pueblo cubano, de forma contundente, rechazó y derrotó la intentona con la unidad y el consenso ampliamente mayoritario de los ciudadanos", dijo el ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez. La explicación del canciller formó parte de una carta de agradecimiento a México por la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de enviar a la isla alimentos y medicinas para mitigar los efectos de las sanciones norteamericanas.
Crisis en la isla caribeña
Los ecos del estallido social en Cuba
Para el Gobierno, el 11-J es un asunto orquestado desde el extranjero ya terminado, pero nuevas voces disidentes consideran que ya nada será igual en la isla
Un vehículo con fuerzas especiales de la policía pasa por un barrio del centro de La Habana. /
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