La protesta en Cuba -que se ha cobrado ya un muerto y un número indeterminado de heridos y detenidos- no tiene precedentes desde que Fidel Castro entró triunfal en La Habana el 8 de enero de 1959. La protesta, con sus escenas de conato, vehículos policiales destruidos y saqueos, era deseada por una oposición tan heterogénea como inorgánica. El Gobierno sabía también que desde hacía tiempo se daban las condiciones objetivas para que el malestar se expandiera por las calles. Sin embargo, siguió confiando en los mecanismos de control y fisgoneo analógico. No ha medido la bronca que se acumulaba en la esfera virtual y a la que solo le faltaba comenzar a tener presencia real. Así ocurrió.
Crisis en la isla caribeña
Cuba: explosión social en plena penuria
La pandemia ha golpeado con fuerza una economía ya debilitada, que se sostiene principalmente por el turismo y las remesas
La mayoría de las personas que salieron a protestar son gente joven, una nueva generación que carga con el peso del desencanto
Un vehículo con fuerzas especiales de la policía pasa por un barrio del centro de La Habana. /
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