Bielorrusia ha emprendido durante el último año un estremecedor viaje a su pasado más oscuro. Después de que las autoridades sofocaran el pasado verano las multitudinarias movilizaciones posteriores a las elecciones presidenciales, la represión ha adquirido una amplitud no vista en la corta historia de esta exrepública soviética desde la independencia, en 1991. Según denuncian las oenegés de derechos humanos, cualquier cosa vale para silenciar a quienes critican al jefe del Estado, Aleksándr Lukashenko, incluyendo métodos empleados en su día por la URSS contra la antigua disidencia soviética: palizas, torturas, casos criminales falsificados, presión a familiares, en muchos casos tomados incluso como rehenes...
Represión en Minsk
El gulag bielorruso
Cinco opositores que lograron huir a Polonia y Lituania explican a EL PERIÓDICO los excesos y abusos de los que fueron víctimas y testigos, y su precipitada y peligrosa fuga del país
Para acallar las protestas, el régimen de Lukashenko recurre a palizas, torturas, acusaciones falsificadas y familiares tomados como rehenes, métodos muchos de ellos empleados en su día en la URSS contra la disidencia
El presidente bielorruso, Alexándr Lukashenko, durante una intervención en el Parlamento de Minsk. /
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