Polémicas políticas al margen, la validación internacional de Spútnik V como una de las vacunas más efectivas ante el covid-19, a la par de sus competidoras occidentales, ha constituido un clamoroso e inesperado éxito para la reputación de la ciencia y el Estado ruso. Pero ahora que el inyectable desarrollado por el moscovita instituto Gamaleya ha sido certificado como herramienta segura y fiable en la lucha contra la pandemia, convirtiéndose en objeto del deseo en muchos lugares del mundo, un nuevo desafío se plantea para el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF por sus siglas en inglés), la entidad promotora del tratamiento: su producción a escala industrial y posterior exportación.
La carrera por la inmunidad
La vacuna rusa afronta dificultades para su producción mundial a gran escala
Los expertos creen que podrán manufacturarse como máximo 400 de los 710 millones de dosis de Spútnik V encargadas para este año
El fondo ruso ha llegado a acuerdos con empresas en Brasil, India y Corea del Sur, entre otros países, para fabricar y exportar el inyectable a todo el mundo
Se acumulan retrasos en la certificación sanitaria del producto, en la importación del equipamiento necesario para elaborarla o dificultades en el propio proceso de elaboración
Un cargamento de vacunas Spútnik V llega al aeropuerto de Caracas, Venezuela, el pasado 29 de marzo. /
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