El sistema de detención preventiva en Corea del Norte se ha convertido en un catalizador de torturas, condiciones insalubres y trabajos forzados, como lo atestiguan 46 norcoreanos que fueron detenidos o trabajaron dentro del sistema y que han hablado con Human Rights Watch (HRW).
En un informe publicado este lunes, HRW describe los detalles de unos protocolos "arbitrarios, violentos, crueles y degradantes”. Los exdetenidos que han sufrido los abusos del opaco sistema de su país coinciden en que, una vez que son detenidos, se asoman a un abismo donde no saben qué les puede ocurrir y del cual algunos no sobreviven.
El reporte resalta que "algunas mujeres detenidas indicaron haber sufrido acoso y agresiones sexuales, incluidas violaciones" por parte de distintos funcionarios durante su encarcelamiento preventivo. A una de las entrevistadas, un agente de la policía secreta la violó y otro oficial la manoseó por encima y por debajo de la ropa.
Entre los delitos cometidos por los entrevistados figuran el contrabando, haber sido deportado desde China tras huir del país o poseer un teléfono chino, que permite hablar con el exterior. Sin acceso a abogados independientes y sin capacidad de protesta, quedan a merced de lo que dictan las autoridades.
La humillación como sistema
Los exfuncionarios consultados por la oenegé reconocen que "el maltrato y la humillación están considerados un parte crucial del sistema de justicia penal en Corea del Norte". Los detenidos sufren de golpes y padecen falta de comida, ropa y aseo. Son hacinados en unas celdas con nulas condiciones de higiene y ausencia de calefacción para soportar las gélidas temperaturas del invierno norcoreano, que en ocasiones alcanzan los 20 grados bajo cero.
Los centinelas obligan a los prisioneros a pasar horas en las mismas posiciones, a veces hasta 16 seguidas, según el informe que señala que si un preso se mueve, él, y en ocasiones el resto de compañeros de celda, son castigados con más puñetazos, patadas o varapalos.
Brad Adams, director de la sección Asia de HRW, describe un país donde la gente vive con "miedo constante" a caer en manos de un régimen donde "se presupone la culpa" y en el que "la única salida es a través de sobornos y enchufes". Una comisión de investigación de la ONU ya acreditó en el 2014 que las sistemáticas violaciones de derechos humanos en el país asiático equivalían a crímenes contra la humanidad.