A los pocos días desarrollas un reflejo pavloviano. Ante el estímulo de las pisadas sordas sobre la moqueta del pasillo, haces hueco en la mesa. Es el desayuno, el almuerzo o la cena, anunciados finalmente con dos toques en la puerta. Esos seres enfundados en trajes blancos, con los ojos apenas intuidos tras la visera y de movimientos ralentizados, son lo más humano que verás en dos semanas. Quizá durante el trámite también coincidas con el vecino de la habitación contigua para intercambiar un breve saludo antes de que la alarma te recuerde que tu puerta lleva demasiado tiempo abierta.
Crisis sanitaria internacional
14 días de cuarentena y tres PCR: el precio de volver a la normalidad en China
El colaborador de EL PERIÓDICO en Pekín detalla las dos semanas que ha pasado encerrado en un hotel como prevención obligada para evitar contagios de covid-19
Un grupo de viajeros salen de la boca al metro de una estación de Pekín. /
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