El 5 de marzo de 1916 se hundió en las costas paulistas el vapor español 'Príncipe de Asturias'. No chocó con un iceberg sino con una roca. De las 578 personas a bordo, incluidos pasajeros y tripulantes, murieron 445. El episodio se conoce como el Titanic brasileño. Un siglo más tarde, el simil de un país que naufraga como el mítico transatlántico inglés es corriente a la hora de evaluar los efectos de la gestión de Jair Bolsonaro. El presidente brasileño no solo preserva a los votantes más conservadores, por lo general defensores del uso de las armas y el supremacismo blanco, sino que ha captado la simpatía de un sector de los pobres del nordeste, antiguos votantes de Luiz Inacio Lula da Silva, gracias a los 94 euros mensuales que otorga el Gobierno a millones de personas azotadas por la pérdida de ingresos por la pandemia.
Auge ultra en Brasil
Bolsonaro busca el voto de los seguidores de Lula a base de subsidios
El presidente sigue a flote pese al desastre sanitario, la deforestación amazónica, el derrumbe económico, la corrupción y el auge de la violencia
Las ayudas a los sectores más pobres y castigados por la pandemia son la clave de la mejora de su imagen
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, con mascarilla blanca, el pasado 9 de junio en un acto en Brasilia. /
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