Huyen de la violencia extrema de sus países -Guatemala, Honduras, El Salvador- con la esperanza de encontrarse más seguros en México y EEUU. Lo que muchos desconocen es que la violencia, lejos de desaparecer, se incrementará a lo largo del viaje.Una vez en destino, les esperan agresivas políticas de deportación que pasan por alto sus necesidades de asistencia y protección.
Un exhaustivo informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) documenta la peligrosa odisea de los que huyen del 'triángulo norte' de Centroamérica. "Es la cuarta vez que trato de cruzar México", relata uno de los testimonios recogidos, una mujer hondureña de 35 años. "Esta vez vine con mi vecino y fuimos capturados por un grupo de delincuentes -continúa-. Lo peor es que ellos también eran de Honduras. La policía federal era su cómplice y nos entregaron a los miembros de esta banda". "A mi me violaron, me pusieron un cuchillo en el cuello, así que no me resistí. Estoy avergonzada por decir esto pero hubiera sido mejor que me hubieran matado", termina, poniendo sobre la particular problemática de las mujeres, víctimas de abusos sexuales.
De las 467 personas entrevistadas por Médicos Sin Fronteras, un 39,2% mencionó los ataques directos o amenazas -a ellos mismos o a sus familias- así como episodios de extorsión y reclutamiento forzado por bandas criminales como las principales razones para abandonar su país. El 68,3% aseguró haber sufrido violencia en su tránsito hacia México y EEUU. Y 9 de cada 10 migrantes y refugiados atendidos por los equipos de salud mental de MSF en 2015 y 2016 sufrieron un episodio de violencia en sus propios países o durante el tránsito. El acceso a la atención sanitaria, el tratamiento de la violencia sexual y la salud mental es muy limitado, incluso inexistente, durante la ruta.
"La implacable violencia y el sufrimiento emocional padecido por estas personas son similares a lo que experimentan las poblaciones que se encuentran en zonas de conflicto", advierte Bertrand Rossier, coordinador general de MSF en México.