EL DRAMA DE LA GUERRA

Un padre sirio: "Poner a mis hijos a trabajar fue la decisión más dura de mi vida"

En Siria miles de niños deben dejar sus estudios y ponerse a trabajar para poder ayudar a sus familias a subsistir

La pequeña Amira sentada en unas ruinas en su país natal, Siria.   / ALDEAS INFANTILES SOS

Amira tiene 12 años y tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia. Como ella, miles de niños sirios se ven obligados a diario a dejar la escuela para poder ayudar a sus familias a subsistir. Amira y sus dos hermanos vivían con sus padres en la ciudad de Deir Ezzor, al norte del país. 

El padre de Amira, Ahmad, era electricista y antes de la guerra, que lleva seis años asolando el país, ganaba lo suficiente para mantener a su familia y enviar a sus tres hijos a la escuela. Tras el comienzo de la guerra en el 2011, Deir Ezzor se convirtió en un campo de batalla y la familia fue testigo de violentos enfrentamientos y varios asedios, pero fue en el 2015 cuando la situación se volvió del todo insostenible.

Entonces, la familia de Amira tuvo que abandonar la ciudad, como muchas otras. Una vez en Damasco, una de las pocas zonas seguras que quedaban en Siria por aquel entonces, apenas podían hacer frente al alquiler de su nueva vivienda, porque los gastos básicos eran mucho más altos que en Deir Ezzor.

UNA CASA ANTIGUA Y SIN AMUEBLAR

Ahmad continuó trabajando como electricista pero, debido a la inflación, su salario mensual disminuyó hasta que solo le permitía pagar el alquiler de una casa antigua y sin amueblar. Ante esta situación, los padres de Amira se vieron forzados a pedir a sus tres hijos que dejasen el colegio y les ayudasen a generar ingresos para la familia. 

“Fue la decisión más dura que he tomado en toda mi vida. Me sientía impotente cuando veía a otros niños ir a la escuela por la mañana y sabía que los míos iban camino del trabajo”, asegura Ahmad cuando recuerda la situación que vivió junto a su familia. “Enviar a nuestros niños a trabajar en una gran ciudad como Damasco fue una decisión muy difícil para nosotros. Yo estaba sumamente preocupada por los peligros a los que estábamos exponiendo a nuestros hijos. Muchos niños son secuestrados o sufren abusos. Solía pensar qué pasaría si se perdían o si se internaban en una zona peligrosa donde estaban cayendo misiles”, explica la madre, Manor.

Poco después de tomar la decisión a la que cada vez más padres sirios se ven abocados, el comportamiento de los tres niños comenzó a cambiar. Los pequeños empezaron a enfadarse con facilidad y tenían un aspecto de sumo cansancio al final del día. Caminaban toda la jornada, con calor o frío extremos, tratando de vender bolsas de plástico a diferentes tiendas. Padecían dolores de espalda y apenas tenían energía para comer y dormir cuando llegaban a casa.

ALDEAS INFANTILES 

Después de un año de trabajo, Ahmad, impotente, comenzó a analizar otras posibilidades y dio con el Programa de Aldeas Infantiles SOS Contra el Trabajo Infantil. “Estoy muy agradecido por haber formado parte de este programa", cuenta Ahmad después de haber conseguido devolver a sus hijos a la escuelaAldeas Infantiles SOS apoya a familias como la de Ahmad con una ayuda mensual para cubrir su alimentación, de acuerdo al número de miembros. También ofrece a cada uno de los niños los recursos que necesitan para ir colegio, como el uniforme o el material escolar.

“Es difícil describir lo feliz que me siento cuando veo a mis hijos ir al colegio. El tiempo que trabajaron fue una pesadilla con la que tuve que vivir cada día. Ahora sé que los tres están haciendo algo por su futuro”, se sincera Ahmad. Amira sueña con ser profesora cuando sea mayor, para poder ayudar a otros niños a recibir una educación y alentar a los padres a que hagan lo mismo que su madre y su padre hicieron por ella y sus hermanos. “Pensé que nunca volvería a la escuela. Cuando me enteré, corrí por todo el barrio para contar a los niños que podríamos ir con ellos al colegio por la mañana”, recuerda.

Desde septiembre de 2016, Aldeas Infantiles SOS ha ayudado a 182 niños como Amira. Pero hay muchos niños más que todavía siguen trabajando para mantener a sus familias.