La policía mata a un hombre que intentó atacar una comisaría de París

El joven, armado con un hacha y un falso cinturón de explosivos, portaba una bandera del Estado Islámico y una reivindicación en árabe

Hollande promete reforzar la legislación antiterrorista y dar más poder a jueces y policías

Abatido en París un hombre que entró armado en una comisaría al grito de: Alá es grande. / REUTERS / ANNA POLONYI / VÍDEO: ATLAS

Justo un año después del ataque contra la revista Charlie Hebdo y prácticamente a la misma hora, las 11.30 horas, un joven ha intentado entrar armado con un hacha y un falso cinturón explosivo en la comisaría de policía de la Goutte d’Or, un barrio popular del norte de París próximo a la colina de Montmartre.

Según fuentes del Ministerio del Interior y de la Fiscalía, el asaltante gritó ¡Allah Akbar! (Alá es grande) al dirigirse a los agentes de la entrada, que le pidieron detenerse. Al negarse, le dispararon seis balas. Dos de ellas le causaron la muerte.

Desde el salón de su casa, en el quinto piso del edificio situado frente a la comisaría, Reka Polony, una profesora universitaria de 30 años, presenció toda la escena. A través de la ventana vio a dos policías gritarle a un hombre que se dirigía rápidamente hacia ellos. “Como seguía avanzando, le dispararon cuando estaba a unos dos o tres metros”, contó a la agencia France Press.

Vestía vaquero azul y un abrigo oscuro en cuyo interior los artificieros encontraron disimulado un pequeño bolsillo pegado con celo del que salía un cable. Gracias a un robot que manipuló el cadáver antes de que lo hicieran los agentes, se confirmó que el dispositivo no llevaba explosivos.

REIVINDICACIÓN EN ÁRABE

Además, los investigadores han hallado un teléfono móvil y una hoja de papel en la que aparecía la bandera del autoproclamado Estado Islámico y una reivindicación “inequívoca” en árabe, según los términos de la Fiscalía antiterrorista de París, encargada de las pesquisas. Algunos medios señalan que el mensaje habla de “un acto para vengar los muertos en Siria” y que había mostrado lealtad al líder del EI, Abu Bakr al Baghdadi.

Aunque los indicios apuntan a un ataque yihadista frustrado, el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, se ha mostrado prudente. “En las próximas horas será posible saber más acerca de su perfil y sus motivaciones”, ha dicho en una breve intervención tras visitar la comisaría en la que se han producido los hechos.

A última hora de la tarde había trascendido que se trata de un joven marroquí de 20 años que había tenido problemas con la justicia al haber cometido un robo en el 2013, pero no figuraba en el radar de la policía por asuntos vinculados al terrorismo.

El suceso de comisaría ha coincidido con un acto presidido por el presidente François Hollande en la prefectura de policía de París, donde había acudido para felicitar el año nuevo a las fuerzas de seguridad y agradecerles su labor en las horas terribles que siguieron a los atentados de enero y noviembre del 2015.

Ante ellos, confirmó que el Gobierno seguirá adelante con el refuerzo de la legislación antiterrorista debido a “la gravedad de la amenaza”, pero también les pidió una mayor cooperación entre los diferentes servicios de seguridad y más intercambio de información.

REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

El proyecto legislativo en fase de elaboración plantea dar mayor poder a la policía, flexibilizando entre otras cosas el uso de las armas reglamentarias o las condiciones en las que se podrán realizar los registros, las detenciones y la investigación.

La idea es reforzar de manera permanente los medios de la administración y los servicios judiciales sin que sea necesario actuar en el marco del estado de excepción decretado tras el 13-N, que expira a finales del próximo febrero.

“El estado de excepción en una democracia que quiere defenderse pero que también quiere defender sus libertades no tiene por qué durar”, ha dicho el presidente. Por esa razón, ha recordado, se ha propuesto incluirlo en la Constitución, para definir claramente los casos a los que deba aplicarse.

El presidente ha aludido igualmente al espinoso asunto de la radicalización de los jóvenes franceses y a los que regresan a territorio francés tras haber combatido en Siria e Irak. Aunque muchos de ellos son sometidos a un estricto control judicial no todos son objeto de este seguimiento.

Por este motivo, Hollande ha defendido los arrestos domiciliarios para sujetos peligrosos que deben estar bajo una estricta vigilancia. En la misma línea, ha propuesto mayor control de los individuos fichados. El Gobierno considera también necesario aumentar los registros en las proximidades de lugares estratégicos en caso de amenaza terrorista y durante un periodo de tiempo limitado, medidas que serán autorizadas por un juez.

“Estamos frente a combatientes aguerridos, acostumbrados a una violencia extrema, decididos a matar incluso pagando con su vida y cuyas acciones están coordinadas desde el extranjero dado que están formados por Daesh. Por eso he dicho que estamos en guerra”, ha concluido.

Un barrio sitiado

Durante siete horas, el bullanguero barrio de la Goutte d’Or en el que abundan las carnicerías 'halal', las tiendas de especias y los restaurantes argelinos y marroquíes se convirtió en un territorio hostil para los vecinos, obligados a mostrar su documentación a unos policías con cara de pocos amigos para poder llegar a sus casas. Muchos estuvieron varados en las inmediaciones de la comisaría en la que se produjo el asalto del joven abatido por los agentes y a otros no les quedó más remedio que permanecer encerrados en su domicilio sin poder salir. Las calles eran un hervidero de mujeres con carrito que pretendían hacer la compra, adolescentes a los que se les impedía entrar en el polideportivo y curiosos que merodeaban entre la nube de periodistas tras el amplio cordón policial desplegado en torno a la comisaría. Los alumnos de las escuelas que estaban dentro del perímetro de seguridad estuvieron confinados en las aulas hasta primera hora de la tarde, poco después de que se reabrierán algunas vías al tráfico y el metro volviera a funcionar. En este ambiente, algunos testigos ponían en duda la versión oficial sobre la peligrosidad del asaltante, como Abdel, de 49 años, que tomaba tranquilamente su café justo al lado y no vio ni escuchó nada anormal. “Es como una película”, decía.