FIN DE UNA POLÍTICA DEMOGRÁFICA

¿Por qué los chinos (ahora que pueden) ya no quieren la parejita?

La sociedad china recibe con frialdad el fin de la política del hijo único

Buena parte de la población descarta por motivos económicos tener un segundo hijo

Una niña apoya su cabeza sobre la cadera de una mujer en Pekín, el viernes. / AP / HAN GUAN

«El final de la política del hijo único es un triunfo del deseo del pueblo», anunciaba un inflamado editorial de la prensa oficial el jueves. Las redes sociales matizaron el entusiasmo. La noticia apenas fue la octava más comentada en el portal Sina.com, superada por los quehaceres del famoseo nacional. Y apenas el 29 % de los 165.000 internautas que respondieron a una encuesta en el mismo portal mostraba su deseo de tener un segundo hijo, mientras el 43 % lo desechaba y el resto se lo estaba pensando.

El tiempo ya ha demostrado que no son las draconianas políticas familiares las que embridan la natalidad china, sino el paisaje socioeconómico. El Gobierno esperaba dos años atrás un 'baby boom' cuando permitió el segundo hijo a las parejas en las que un cónyuge fuera hijo único. La respuesta fue escasa: solo se acogieron a esa posibilidad uno de los once millones de parejas que se podían beneficiar de la política.

La medida alcanza esta vez a casi un centenar de millones de parejas, pero los expertos ya han descartado también el baby boom que anhela China para aliviar sus desajustes demográficos. Los investigadores de Citigroup calculan un aumento de nacimientos entre el 5 y el 10 %.

ANHELOS DE CLASE MEDIA

Meng, ingeniero de un fabricante alemán de coches, asegura que el fin de la política no traerá un hermano a Yuxuan, su hija de cinco años. Con su esposa, profesora de inglés, junta unos 20.000 yuanes (casi 2.900 euros) mensuales. Integra esa clase media que atiende a fórmulas matemáticas para descartar el segundo hijo: la guardería le cuesta 430 euros al mes, otros gastos varios suman 300 euros y pronto su hija asistirá a las carísimas actividades extraescolares.

La competitiva sociedad china empuja a invertir sin mesura en la educación del vástago: hoy es ballet, piano o idiomas, mañana es una universidad en el extranjero. Repartir los recursos entre dos significa peores oportunidades para ambos. Las niñeras cuestan entre 200 y 400 euros al mes, dependiendo de su formación.

«Es una situación muy complicada. Hace tres años perdí el trabajo y no teníamos ingresos, el Gobierno apenas da unos cientos de yuanes por desempleo. Así no puedes alimentar a tu familia», señala Meng.

MENOR QUE EN OCCIDENTE

Un reciente estudio revela que criar a un niño en una gran ciudad cuesta unos 800.000 yuanes (unos 120.000 euros). Los expertos aseguran que los efectos del fin de la política se notarán en las pequeñas y medianas ciudades. Pekín, Shanghái o Shenzhen certifican que China ha dejado de ser un país barato. La escalada de precios inmobiliarios ha superado la de los sueldos y la adquisición de una vivienda supone una carga vitalicia. «Yo tengo un hermano, mis padres hubieron de esforzarse más que el resto y sufrieron muchas privaciones. Hubieron de ayudarnos para que los dos pudiéramos comprarnos nuestra casa y casarnos», continúa Meng.

China tiene un índice de fecundidad de alrededor de 1,5 niños por pareja, menor que en gran parte de Occidente. En las grandes ciudades como Shanghái esa tasa apenas alcanza el 0,7 y la población ignora las súplicas de las autoridades. Muchos internautas opinan que el Gobierno debería ofrecer una ayuda económica para que la natalidad despegue.

CULTURA DEL OCIO

La cultura occidental del ocio, nueva en un país consagrado al trabajo, ha enraizado en la juventud urbana. Los turistas chinos han pasado en un par de décadas de esporádicos a ubicuos y ninguna marca internacional de lujo habría resistido la crisis sin el mercado de la segunda economía del mundo.

«Tengo 38 años, quiero seguir viajando por el mundo. No es tanto el dinero sino mantener la calidad de vida. Mi jefe tiene mucho más dinero que yo y no quiere tener hijos, dice que la vida es demasiado corta», acaba Meng.

Una viñeta en el diario hongkonés South China Morning Post South China Morning Postresumía el pensamiento popular. Una mujer sujetando a su retoño le comunica al marido que ya no están legalmente constreñidos a un solo hijo. «Espero que la reforma sea de cumplimiento voluntario», replica el esposo.

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