La mesura de la nueva generación del exilio ha facilitado el deshielo

La comunidad cubana envió el año pasado a la isla 2.700 millones de dólares

Una encuesta revela que la mitad de los cubanoamericanos pide el fin del embargo

Osvaldo Hernández, inmigrante de origen cubano en Miami, protesta contra el acercamiento entre Washington y La Habana, ayer. / REUTERS / JAVIER GALEANO

Alejandro Ríos se marchó de Cuba poco después del colapso de la Unión Soviética, en pleno período especial, como se llamó en la isla a aquella época de escaparates vacíos y retortijones en el estómago. «Me fui para dejar de ser una persona de segunda categoría en mi propio país, y agobiado por el miedo, el adoctrinamiento y la omnipresente ideología», dice por teléfono desde Miami. Pero el miércoles sintió que se abría una oportunidad para el cambio. «Ahora estamos en pleno tsunami y habrá que dejar a que pase la ola para ver qué queda, pero quien meta la cabeza en la arena se va a quedar atrás», apostilla este crítico de cine nacido poco antes del triunfo de la revolución en 1959.

El acuerdo anunciado el miércoles entre EEUU y Cuba para normalizar sus relaciones tras más de medio siglo de hostilidad, un pacto que entierra el último vestigio de la guerra fría en América, ha dividido a los cerca de dos millones de cubano-americanos. Pero no ha habido las respuestas furibundas que seguramente hubiera generado hace unos años. Los hijos y los nietos de aquellas primeras oleadas de exiliados tienden a ser más partidarios del acercamiento, y están ayudando a que cambie el sentir del resto del país.

Sentimiento contra el régimen

«Las nuevas generaciones no tienen el mismo sentimiento en contra del régimen. Quieren cambios políticos en Cuba, pero no a través del embargo», afirma Eusebio Mujal-León, el profesor y ensayista cubano de la universidad de Georgetown, donde dirige el Proyecto Cuba XXI. Una encuesta de la Universidad Internacional de Florida concluyó este verano que un 68% de cubano-americanos son partidarios de normalizar las relaciones, mientras un 52% apostaba por levantar el embargo.

La comunidad nunca ha abandonado a la isla, aunque haya roto con el Gobierno castrista. «Si Miami no existiera, Cuba se hubiera hundido», dice Ríos. «La reconciliación existe a través de las remesas y los viajes». Esas remesas rondaron el año pasado los 2.700 millones de dólares, según una estimación del Havana Consulting Group. A lo que habría que añadir los intercambios comerciales que, a pesar del bloqueo, han hecho de EEUU el cuarto exportador de bienes a la isla después de China, España y Brasil.

Lo impensable

«Obama ha hecho más de lo que nadie hubiera imaginado al romper con un pasado de intransigencia y asilamiento para permitir que nos centremos en una relación más productiva», dice Tomas Bilbao, director del Cuba Study Group en Washington, una organización que agrupa a empresarios y aboga por el levantamiento del embargo. En cualquier caso, las opiniones de la vieja guardia siguen resonando con fuerza en Washington. «Que no quepa dudas de que a pesar de la traición, las mentiras y los regalos que el presidente Obama da a la dictadura cubana, Cuba será libre porque su pueblo no merece nada menos», ha dicho el congresista republicano Mario Díaz-Balart.

Las opiniones del sector duro han tenido tradicionalmente mucha influencia en la capital, en parte porque el voto cubano-americano era determinante en Florida, uno de los estados bisagra donde se deciden las elecciones. Pero allí la aritmética electoral también está cambiando por el influjo de inmigrantes portorriqueños o venezolanos.

Mujal-León es de los que piensa que Obama no ha negociado con suficiente inteligencia, y echa de menos contrapartidas del Gobierno cubano dirigidas a la apertura. «Quería resolver el tema de Gross y normalizar las relaciones con Cuba, pero ¿qué ha conseguido a cambio? Me parece que no mucho», afirma el académico.