La policía rusa investiga una peluquería de Moscú donde las trabajadoras cortaban el pelo desnudas. Las sospechas de que el negocio no era agua clara empezaron al ver las largas colas de los clientes que esperaban para ser atendidos.
Otro indicio era que los clientes estaban dispuestos a pagar el doble que en un salón normal por los servicios.
Pero el pastel se descubrió cuando unos clientes borrachos entraron, por error, en la escuela de niños autistas que había justo en la puerta de al lado, pensando que era la peluquería.
Después de que las maestras de la escuela informasen de lo sucedido a la policía, un agente camuflado con una cámara oculta se hizo pasar por un cliente para recoger pruebas y así clausurar el local.