VICTORIA PARA PASAR A OCTAVOS

La selección sonríe tras la inquietud

La selección se quitó la espina de no marcar goles con cinco ante Eslovenia, todo tras una pequeña revolución de Luis Enrique que le salió bien de la mano de Busquets

Los jugadores de la selección española saludan a la grada de La Cartuja tras la victoria ante Eslovaquia. / Kiko Huesca / EFE

Había sido la trayectoria de España en la Eurocopa una colección de pitos, críticas y demás discordias, todo entre dos empates desmoralizadores, pero no hay mejor remedio en el fútbol, sea cual sea el mal, que los goles. Y también da igual de la forma en la que lleguen. La goleada ante Eslovaquia cumplió la función analgésica para España, pese a las dudas y nervios iniciales, pese a que Morata falló un penalti y pese a que dos goles españoles fueron en propia puerta de los eslovacos, el primero, el que abrió la lata, digno de una secuencia de Benny Hill. Pero el equipo español terminó goleando, desatada y disfrutando de un partido, por primera vez en lo que llevamos de Eurocopa. 

Para conseguirlo, Luis Enrique hizo cambios en el once inicial que terminan por revelarse como muy trascendentes para el partido: desde la entrada de Sergio Busquets para darle orden y jerarquía al centro del campo, hasta la presencia de un Pablo Sarabia que aportó verticalidad, el disparo que provocó el primer gol y otro tanto después. 

La pequeña revolución que preparó el seleccionar también incluyó en el once inicial a Éric García, el nuevo central del Barça, pero más allá de los nombres el equipo reaccionó con buena intensidad desde el inicio, sin ningún problema en defensa y con un hilo de esperanza al que agarrarse. 

Aunque fue ante un equipo que se mostró muy limitado, sin ningún tiro, ningún saque de esquina y ninguna llegada al área rival al descanso, y tampoco mucho más después, el triunfo de España le lleva a octavos y con la moral reforzada, aunque haya sido más a base de goles que de sensación de eficiencia. 

Nerviosismo inicial

Todo lo que al final del partido era satisfacción, entre carantoñas, felicitaciones y aplausos para todos, al inicio del partido eran nervios. El fallo de Morata en el penalti, el segundo de la Eurocopa para España y el segundo fallado, volvieron los pitos a la grada de La Cartuja y, con Luis Enrique haciendo aspavientos para revertir la tendencia del público, se disparó la tensión.

Luego llegó el gol, aunque tuvo que ser el portero esloveno el que abriera la lata de los goles españoles y el que ayudó al segundo. Los eslovacos no pudieron hacer más para que España marcara: primero regalo a Sarabia y un error histórico de Dubravka. Después, tras otro despeje fallido, el guardameta salió de expedición en persecución de Gerard Moreno hasta dejar su portería desguarnecida para el remate cómodo de Laporte

Ya con el marcador a favor, la selección empezó a mostrar esa imagen de confianza y seguridad que le permitió provocar y disfrutar de goles atractivos y del cariño del público. El cambio de Morata fue el reflejo de la nueva comunión entre equipo y afición: con aplausos generalizados, devueltos por el delantero, pese a que los goles llegaron con la firma de otros compañeros. 

Al final hubo tiempo para todo: para que España fuera capaz de fabricar sus propios goles, para que Luis Enrique refescara las piernas del equipo y para que algunos de los menos habituales se sientan más implicados en el camino de la selección en el torneo. Porque para el futuro próximo se avecinan rivales más incómodos que Eslovaquia, en los que el dominio será menos absoluto, con menos oportunidades para marcar y con más exigencia.