Cuando Alvaro Morata abandonaba La Cartuja recibió un gesto cariñoso de Jordi Alba. Pero ni reaccionó el nueve de España, mientras procesaba en silencio su segunda noche consecutiva de extravío, con la puntería fuera de foco. En menos de dos semanas, Madrid primero y Sevilla después, vivió la repulsa de la grada, que lo señaló sin piedad como el rostro de la decepción de una selección que insinúa muchas cosas buenas. Aunque no termina ninguna bien. En los gestos, todavía no ha dicho nada públicamente, se adivina a un delantero melancólico y atribulado, que arrastra toneladas de presión sobre sus espaldas.
MORATA, EL DEBATE NACIONAL
La España vaciada, la España sin gol
Morata, desesperado durante el partido de España contra Suecia. /
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