De forma silente, con datos inquietantes, acontece un fenómeno, la denominada violencia filioparental, que constituye un drama humano. Es una variante de la violencia doméstica, ejercida de forma física, psicológica o económica contra los progenitores.
Entretodos
Los agresores suelen responder al perfil de baja autoestima, egocentrismo, narcisismo, impulsividad, nula empatía, intolerancia a la frustración y suelen presentar, como relevante factor criminógeno, el abuso de sustancias adictivas, alcohol y drogas. El comportamiento díscolo y colérico del adolescente, en ocasiones ya adulto, pone de relieve una repudiable falta de respeto y una lacerante quiebra del principio de autoridad.
Se trata de una realidad oculta, no visibilizada. Los padres maltratados suelen experimentar sentimiento de culpa y, avergonzados, no se atreven a denunciar a sus vástagos, sufriendo esa violencia en silencio, con dolor, tristeza, resignación, frustración e impotencia.
Influye no solo el auge de un modelo educativo basado en la permisividad a ultranza, con familias sobreprotectoras y delegativas que consideran que para el desarrollo de la personalidad del menor no deben rectificarles ni afearles ningún comportamiento, sino también el entorno tóxico, malas compañías, la negativa influencia de las redes sociales, adicciones a juegos 'on line', consumo de sustancias tóxicas, influjo del visionado de imágenes de cruenta y descarnada violencia gratuita.
La concienciación, la sensibilización, la prevención y la educación en valores, en el respeto constituyen vectores clave para abordar una triste y penosa problemática.