El pasado 29 de julio cogimos el tren de los SCF de París-Gare de Lyon a Barcelona-Sants. La llegada estaba fijada a las 22.44 horas. Con este horario había margen para enlazar con el Servicio de Cercanías y poder llegar a casa en un tiempo razonable. El tren salió de París con un retraso de 10 minutos. El acceso al vagón correspondiente ya fue caótico, puesto que se sumaban dos convoyes con destinos distintos pero se repetía el número de los coches, lo cual inducía a confusión. A esto hay que añadir las nulas medidas de control: cualquier persona podía acceder directamente a los andenes. Con la amenaza latente del terrorismo, esto último nos pareció muy grave. Tampoco se nos pidió ninguna acreditación durante el viaje, lo que aumentaba la sensación de inseguridad.
Entretodos
El tren tuvo una avería que obligó a realizar paradas prolongadas y ralentizar la marcha, con un transbordo de todo el pasaje en la estación de Perpiñán. El retraso total fue superior a las dos horas y llegamos a Barcelona a las 01,01 horas del 30 de julio. Esto nos obligó a pernoctar una noche cerca de Sants, puesto que, lógicamente, a esas horas ya no había ningún enlace disponible. Hay que señalar la información deficiente que se ofreció a los pasajeros durante el viaje, lo cual aumentó su desasosiego.
Aparte de las molestias e incomodidades derivadas de la demora horaria, también hay que lamentar la ausencia de personal de Renfe en la estación de Sants para atender a los pasajeros. Simplemente, los afectados tuvimos la ayuda desinteresada de unos amables y comprensivos vigilantes jurados.
Es imperdonable la ausencia de personal de la compañía para ayudar a los fatigados usuarios. Pido que la compañía se haga cargo de los gastos derivados del retraso y que nos devuelvan la totalidad del billete como compensación de las molestias y el mal servició ofrecido.