En estos momentos, cuando pienso en el exministro de Sanidad, y candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya, siento vergüenza. Su presencia en los medios de comunicación convirtió a Salvador Illa en uno de los miembros del Ejecutivo con más popularidad y mayor peso político en la gestión de la pandemia. Por ese motivo se presentaba como el candidato ideal a la presidencia de la Generalitat.
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Muchos pensamos que, si ha sabido luchar adecuadamente contra el covid-19, también sabría hacerlo contra el 'procés'. Para ello solo faltaba una cosa: que los catalanes no independentistas lo votáramos masivamente. Y, desafortunadamente, eso no ocurrió.
El llamado "efecto Illa" empezó a rebajarse la misma noche electoral por culpa de esa grotesca abstención y todo se fue al traste. No le demos más vueltas, los verdaderamente culpables del fracaso de Illa han sido ese montón de jóvenes catalanes incoherentes, fútiles y frívolos que, aludiendo a que ya no creen en nada y que están hartos de todo, el 14-F no fueron a votar.
Illa y todos los que ese día aguantamos estoicos humedad, llovizna y colas por amor a Catalunya no nos lo merecíamos.