En Venezuela, los dos bandos, la Presidencia y la Asamblea, a pesar de sentirse ambos legitimados por las urnas, se disputan el favor de la fuerza bruta; tanto interna, del ejército venezolano, como externa, de las potencias mundiales enfrascadas en sus propias guerras (comercial y de hegemonía).
Entretodos
Es, en apariencia, un conflicto casi militar y no político. El riesgo de fondo es que una vez que alguien responde a la violencia con violencia, todos nos convertimos en bestias, perdemos la capacidad para el diálogo, y volvemos a tiempos de ignorancias y prejuicios.
A mí lo que me indigna es la facilidad con que nos alienan y aceptamos el mundo dividido entre 'buenos' ('nosotros') y 'malos' ('ellos').
En realidad, no existen ni la bondad ni la maldad absolutas, ni peores o mejores intenciones; hay intereses económicos que se complementan o se enfrentan, hay cooperación, que es constructiva, o competencia, que pese a ser destructiva para los perdedores, es la norma que rige en este bárbaro Occidente del mercado y la concurrencia. Un Occidente que ha sido capaz de colapsar el Estado social, sin preocuparse, en absoluto, por la desigualdad de oportunidades que provoca.
O espabilamos y urgimos la resolución pacífica de los conflictos económicos con más cohesión social, o seguiremos perdiendo los pobres, de aquí y de allí. Reconociendo las dificultades evidentes para el diálogo y para la resolución pacífica de los conflictos, la negociación y el acuerdo siguen siendo la única apuesta posible en Venezuela.