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Una reflexión sobre la entrega de despachos judiciales

El rey Felipe VI en la entrega de despachos judiciales. / TÀNIA TÀPIA (ACN)

Durante muchos años, la entrega de despachos judiciales la teníamos en Barcelona. Era una tradición y algo bueno que este año hemos perdido. Des de luego es una evidencia más de que la forma en la que se está construyendo esta sociedad catalana no gusta nada; no se la quiere.

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Primero, fueron miles las empresas que, con su traslado de la sede social, manifestaban su desacuerdo. Pero bueno, se minimizó el problema. Eso se debía a que esas empresas no tenían ni idea, que correrían a volver y que no tenía importancia. Después, perdimos inversión extranjera, pero tampoco es importante. Y no digamos de las dudas de continuar realizándose eventos importantes que, de alguna forma, se había conseguido que se realizaran aquí y que tanta gloria daban a estas tierras. Pero bueno, tampoco es prioritario.

No pretendo hacer un análisis profundo pero si una pequeña reflexión doméstica; si resulta que voy viendo que ya no soy invitada y que se rechazan mis invitaciones, quizá me tendré que plantear mi actitud si es que no quiero quedarme más sola que la una.