Recuerdo con nitidez la amargura de las 48 horas previas al asesinato de Miguel Ángel Blanco el inmenso dolor por su trágico final y la rabia, gritos condenatorios y cantos a la libertad en la multitudinaria manifestación de Barcelona en la que participé. Dolor y rabia que seguro no es equiparable al muchísimo mayor sufrido por sus padres, hermanos, familiares, amigos y compañeros.
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Pero con la misma firmeza también quiero expresar que el dolor y la indignación no solo fué por Miguel Ángel, que también, claro que sí, sino por todas las víctimas asesinadas hasta entonces, fue un basta ya de tanto dolor y de tanta barbarie asesina, no exclusivamente la más reciente. De la muerte de Miguel Ángel padecimos la esperanza infinita de que nos lo devolvieran vivo, de otros ni eso: nos enteramos cuando ya habían recibido el tiro en la nunca o la bomba asesina destrozaba sus vidas y las de sus familias.
Nunca fue una reivindicación exclusiva, todo lo contrario, si alzamos la voz fue en nombre de todos, por tanto, con todo el cariño y respeto a María del Mar Blanco, creo que no tiene derecho y que se equivoca al patrimonizar y monopolizar esa reacción tan digna de todo un pais en la figura de su hermano. De la instrumentalización que hace su partido seré comedido mostrando el mayor de los desprecios.
Vivo en la plaza de la Tolerancia, donde se ubica Hipercor. El día del atentado me acercaba a casa desde el trabajo y noté problemas de tráfico, sirenas de ambulancias y humo, imaginé que era un incendio. Desde el teléfono de un bar, a la vez que veía las imágenes en televisión, llamé a mi esposa que, aterrada, me narraba lo que había pasado y que, momentos antes de estallar la bomba, ella y mi hija se disponían a entrar en Hipercor, pero que por la necesidad de ir al lavabo, decidieron regresar a casa. Me quedé atónito y estremecido y aún hoy lo noto cuando pienso que el inmenso dolor que siente aún María del Mar podría estar sufriéndolo yo acutalmente por mi esposa y mi hija. En el atentado murieron 21 personas y muchas resultaron heridas, algunas de ellas, conocidas y vecinas: Álvaro Cabrerizo perdió a su esposa y a sus dos hijas, y Nuria Manzanres a sus dos hijas y a su hermana, ¿cabe mayor dolor?
Por tanto no nos equivoquemos en establecer ránkings competitivos de calidad o poner cara única o apellidos a la terrible tragedia de las víctimas, de las que también siéndolo algunas están vivas y no reconocidas como tales. ¿Por qué, en la pancarta, la foto de Miguel Ángel y no la de la familia de Álvaro o de Nuria o de las víctimas de Vic, Madrid, Sevilla, Euskadi... No, nos equivoquemos. En las pancartas solo caben palabras de libertad, democracia, apoyo, respeto y reivindicación de todos para todos. Y rechazo, desprecio y absoluta condena hacia los asesinos. Esa es mi pancarta. No generemos más víctimas colaterales a través del odio, la sinrazón y despreciables tacticismos políticos.
Espero que lo entiendas, María del Mar, un abrazo sincero.