Es imprescindible educar una sociedad en la cual se admita que las enfermedades mentales son igual de peligrosas (o más) que las físicas y no estigmatizar el hecho de tener un trastorno psicológico o quitarle importancia definiendo a los enfermos de forma banal.
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Si bien es verdad que actualmente hay cierto movimiento y, al parecer, se ha puesto de moda hablar o dialogar sobre la salud mental, por parte sobre todo de famosos e 'influencers' y de cara a la galería, sería interesante saber qué hay detrás de la pantalla y cuántos de ellos han ido a terapia tan siquiera alguna vez en su vida. Pues, muchas veces, con sus consejos o monólogos lo que hacen, al contrario de lo que se cree, es perjudicar al seguidor. Romantizan, por ejemplo, un trastorno alimentario como si fuera algo bonito, maravilloso, un estilo de vida, de pensar, de vivir… sin tener en cuenta que quien realmente lo padece conoce que es una auténtica limitación en todos los ámbitos de su vida y una conducta patológica de la que hay que desprenderse lo más pronto posible. No se trata de comer o no comer, ni se cura comiendo, es mucho más complejo.
A modo de conclusión y para demostrar que no estamos hablando de sandeces, los estudios revelan que los trastornos de la conducta alimentaria implican un 18% de mortalidad en la población. Teniendo en cuenta que el covid repercute a un 0,5%, es evidente que morir lentamente y en silencio por un problema de salud mental está más al día de lo que imaginamos. Quizá aparentemente no le damos importancia, pero la tiene cuando los números lo corroboran.