En cuestiones de tráfico Barcelona siempre ha sido una jungla. Coger el coche por la ciudad implica, casi siempre, que la suerte que tengas ese día decidirá si llegas puntual o terriblemente tarde. Y ¿qué son todos esos colores y patrones extraños por la ciudad? Los lugares para aparcar han sido sustituidos por espacios neutros, que parecen no ser de nadie excepto de los patinetes. Como peatón, tu lugar es la acera. Como coche, la calzada. Y el espacio de colores queda vacío, reduciendo carriles y sitios para estacionar de manera segura en una ciudad ya caótica y complicada. Si la idea era reducir el tráfico, no tengo demasiado claro si se está cumpliendo. Si era reducir la contaminación, las caravanas se convierten en interminables y el humo de los coches parados parece contaminar más el aire. Y los colores continúan creciendo, pintando de patrones extraños la ciudad gris.
Entretodos