El ínclito jefe de los empresarios españoles, con el desparpajo que le da su reciente reelección en el cargo, proclama que "lo del trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX". Los teóricos de la economía liberal refinan el mensaje y defienden que una tasa de paro por debajo del 7% equivale al pleno empleo y empieza a ser disfuncional para el crecimiento. En consecuencia una tasa de dos dígitos (entre el 10% y el 30%) es casi una condición necesaria para la competitividad, un requerimiento estructural y sistémico para limitar los costes salariales, y convertir a los trabajadores en productos con fecha de caducidad, a la libre disposición de los empleadores.
Entretodos
Rajoy, siguiendo a los teóricos liberales y a Rosell que los interpreta a su manera, consiguió, desde una tasa de paro del 26%, diseñar el acceso más liberal al empleo en la historia de España: un contrato día a día, a tiempo parcial y obtenido a través de una agencia de colocación privada.
La reforma laboral del PP consagra la temporalidad, impone movilidad y legaliza la intermediación privada como la mejor manera de entrar y permanecer en el mercado laboral. La única garantía para tener empleo es circular constantemente por aquellos que te ofrezcan y aceptarlos incondicionalmente. Esas entradas y salidas continuas, y los cursos de formación de las políticas activas de empleo, también reformadas y privatizadas, permiten seleccionar a los trabajadores más capaces y resistentes, Así, nuestro sistema económico alcanzará mayor grado de competitividad, será menos vulnerable a la competencia exterior, como se pretende.
El que no trabaje es porque no se lo merece, y no merece jubilarse, ni a los 67 años de edad ni nunca; el trabajo ahora mismo y la jubilación en breve espacio de tiempo serán un derecho únicamente para los más rentables, los que sean capaces de mantener su empleo en un mercado global absolutamente deshumanizado. El que pueda ha de ganar "el pan con el sudor de su frente", y el que no pueda, que no reclame ni paro, ni pensión.