Sueño. Sueño que sueño que todo esto no ha pasado, que las mascarillas solo las llevan en quirófano los cirujanos, que no usamos vocablos hasta ahora olvidados del uso diario y que solo constaban en el diccionario, y algunos ni eso: 'confinamiento', 'pandemia', 'desescalada', 'rebrote'; que no hacemos largas colas en los comercios; que podemos huir el fin de semana hacia cualquier lugar sin dar ninguna explicación; que para las manos usamos cremas y jabones y no geles hidroalcohólicos; que vamos por las calles sin mirarnos con recelo cambiando de acera; que los jóvenes pueden hacer sus fiestas y darse besos y abrazos como todos los demás sin que se sientan señalados; que si estoy en casa es por que quiero y no por obligación; que el empleo sube; que puedo llegar a casa a la hora que quiera y que las terrazas y restaurantes están llenos de gente charlando y riendo; que puedo pedir hora en mi médico y sea posible concertar una visita.
Entretodos
Pero despierto, y la realidad es otra muy distinta: ahora, nuestra anterior rutina nos parece una maravilla. Pero no, esto es lo que hay y seguirá habiendo. Y ya nos estamos cansando todos, es demasiado tiempo. Este virus es un superviviente y está retando nuestra paciencia. Seguiremos adelante.