La regla de oro, ese principio universal que nos insta a tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, parece desvanecerse en el umbral de la atención al cliente. En el caos de nuestro día a día, olvidamos con frecuencia que al otro lado hay una persona, no un ente ausente de emociones o un robot diseñado para soportar lo insoportable.
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Los asesores de atención al cliente, esos profesionales que con paciencia infinita nos ayudan, merecen ser reconocidos. Desde el inicio hasta el final de su jornada se enfrentan a una multitud de emociones, manteniendo la calma o la sonrisa telefónica que tanto imponen desde los 'call center', incluso cuando el respeto no es recíproco. Se espera que sean inmunes a las palabras duras, que su profesionalismo aparte su humanidad. Pero, ¿es justo?
Os aseguro, como testigo de ello, que se reciben más malos tratos que palabras de agradecimiento. Y sí, es comprensible el enfado ante cualquier problema que altere nuestro bienestar económico o anímico, pero no lo es menospreciar a una persona cuya labor es ayudar durante horas, todos los días, a cambio de un salario a veces ni tan mínimo.
¿Cómo tratamos a quienes nos atienden? ¿Somos conscientes de que, como nosotros, tienen sus propias luchas y merecen consideración? Recordemos que una palabra amable puede marcar la diferencia en el día de alguien, porque al final todos buscamos ser tratados con dignidad y respeto. Sigamos la regla de oro y tratemos a los demás como queremos ser tratados.