No corren muy buenos tiempos para la música. Y aunque sé que habrá muchos que estarán de acuerdo, también respeto a los que crean lo contrario.
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Y es que uno se harta de escuchar en muchas radios los mismos temas, pagados por las productoras, una y otra vez, dejando de lado la música no comercial, que queda relegada a emisoras de escasa audiencia. Tiempos en los que nos embuten los reggaetones, los ballenatos y los zumbas hasta conseguir que en toda fiesta que se precie no se baile otra cosa.
Tiempos en los que en una tarde se escriben, producen y graban 10 discos de salsa, 6 de DJ sesions (eso sí, 'featuring' a un amiguete), y 9 de elektro del de ahora.
Tiempos en los que te suena casi todo a lo mismo: inicio de canción suave, 'crescendo' sintético, un poco de 'pachumba-pachumba', unos segundos de coros (para que en los conciertos la gente pueda gritarlos como acompañamiento), un rap central a cargo de una voz negra, y un final como el principio.
Tiempos en los que figuras con 30, 40 o 50 años de escenarios a sus espaldas caen en un segundo plano, desbancados por dinero e intereses de productores y productos de laboratorio. El show debe continuar, pero no a cualquier precio.