Visitar el hospital Sant Joan de Déu es una experiencia de humanidad. Lo primero que allí encuentras son las ojeras y el sufrimiento plasmados en las caras de los padres de los niños con graves afectaciones. Y valoras lo que tienes y lo que no te ha tocado. Y sigues observando... En los pasillos encuentras a un voluntario que toca la guitarra para amenizar la espera. O a otro que muestra a una pequeña con daño cerebral a tocar un organillo... con su propio hijo en silla de ruedas a su lado. Y hay enfermeras encantadoras, que siempre responden con una sonrisa, y doctoras tan agradables que te quedarías a charlar un rato más en la consulta. Porque entre virus, bacterias y síndromes hay, ante todo, humanidad y un trato tan exquisito que desde esta humilde carta quisiera reconocer.
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Y también quiero alzar la voz: ¿por qué no se traslada este savoir faire a otros ámbitos de la sociedad? ¿A otros hospitales o instituciones...? Desde luego que esta lectora lo intentará... porque he visto a profesionales que me han dado una lección de amabilidad. Sois un ejemplo, gracias por tanto.