Parece ser que si no quieres salir de fiesta es porque estás triste, deprimida o desganada con la vida. ¿A quién no le gusta el ocio nocturno? Pues a unos cuantos jóvenes a los que las discotecas nos resultan incómodas y hostiles. Frente a la propuesta de ir a una discoteca es preferible decir que no te encuentras bien a que no te gusta y no quieres ir, pues si eliges la segunda opción te encuentras con caras de sorpresa e incomprensión. Después nos llenamos la boca diciendo que estamos en una sociedad libre, pero tan pronto como haces algo que no es ‘lo habitual’, te encuentras con un muro de incomprensión y rechazo.
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No es esta libertad de hacer o pensar lo que nos permitirá actuar de forma completamente libre, sino la tranquilidad de que la sociedad respetará tu opinión o posición como si fuera la suya propia. Es ahí a donde debemos llegar, porque sin respeto no puede haber libertad en toda su plenitud.