Llevamos años debatiendo sobre el cambio horario. Sobre si es necesario, a quién beneficia, si realmente sirve para algo... Y, como cada año, vienen las recomendaciones para poder adaptarnos a los cambios que afectan, sobre todo, a los niños. Esta mañana al salir de casa con mi hija de cuatro años, tras mirar al cielo, hemos tenido una conversación que resulta como mínimo interesante:
Entretodos
- ¿Por qué está tan oscuro hoy?
- Porque ayer cambiamos la hora. Adelantamos el reloj y es una hora antes.
- Pues mañana nos levantamos más tarde.
- Pero yo tengo que entrar al trabajo a la hora de siempre.
- Pues si quieres cambiar de trabajo, puedes venir de profesora a mi colegio.
- Para ser profesora tengo que estudiar mucho.
- Pues estudias.
- ¿Cuándo? No tengo tiempo. Si estudio no podré jugar contigo.
- Pues estudias cuando yo duerma.
- ¿Y cuándo duermo yo?
(Se produce un momento de reflexión)
- Pues yo quiero que seas profesora en mi cole.
Aunque pueda parecer amañada, la conversación ha sido prácticamente así. A mí estas palabras me han hecho pensar en muchas cosas que no explicaré en esta carta. Solo quiero compartirla para que todos aquellos que la lean hagan sus propias reflexiones. Deberíamos dedicar más tiempo a escuchar a esos 'locos bajitos' que, a veces, están más cuerdos que nosotros, los adultos.