Es una pena que en las escuelas ya no se lean, prácticamente, libros de grandes escritores de la Generación del 98, los cuales parecen abocados a un olvido progresivo. Uno de ellos, José Martínez Ruíz, más conocido como Azorín, fue, además de un prolijo periodista, al principio, un excelente novelista, después.
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Recuerdo hacer con mis alumnos comentarios de textos literarios de este escritor donde destacábamos la emoción por el paisaje que el autor presentaba sin alteraciones. Quedaba latente, al interpretarlos, la búsqueda de lo cotidiano, de lo sencillo, de las cosas pequeñas… Se podía percibir una reacción contra la prosa, la vaciedad literaria y la grandilocuencia del siglo XIX. Por esto, fue considerado uno de los renovadores de la prosa española de la época y su estilo se caracterizó por la brevedad, la precisión y la elegancia. Azorín representa la autenticidad que buscaban los autores del 98.
He recuperado esta frase de un gran embajador de la literatura que vivió 93 años y que este mes de junio se celebra el 150 aniversario de su nacimiento: “El paisaje somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos”.